Confraternidad de Grupo de Alabanza
El día sábado 16 de agosto, luego del desayuno, todo el Grupo de Alabanza nuevamente se reunió para continuar con los ensayos de las distintas alabanzas que serían parte del culto de la noche, como por ejemplo: el Himno 353, Deseable, entre otras.
Al mismo tiempo, con distintos referentes de cada Grupo de Alabanza se trabajó en un proyecto nuevo, el cual consistía en transcribir/digitalizar las copias de las alabanzas y coros, detallando en cada una su estructura, tiempo, velocidad, nota, y demás observaciones para poder unificar criterios en cada Iglesia.
Por la noche y para concluir nuestra confraternidad tuvimos una reunión en donde nos pudimos gozar en la presencia de Dios. La coordinación estuvo a cargo de la hermana Pamela Rogel (Bariloche) quien luego de que el Grupo de Alabanza entonara «Un milagro hay para ti», nos compartió un testimonio de sanidad de su hija y, con fe y gratitud, nos animó a creer en la palabra de Dios y a no irnos del evento sin recibir nuestro milagro.
La predicación estuvo a cargo de la hermana Belén Díaz (Centenario). Compartió el mensaje de la palabra basado en 2 Reyes 6:1-7, el cual edificó grandemente a toda la congregación.
Durante la reunión se entonó una alabanza nueva que enseñó la Iglesia de Belgrano: «El poder de la fe».
Y, para dar fin al evento, se dieron algunas oportunidades: la hermana Irene Lima (Mar del Plata – Belgrano) tuvo una oportunidad para agradecer, en nombre de todo el grupo , a la Iglesia sede por la cálida atención brindada durante la confraternidad. Por otra parte, el hermano Pablo Andaur (Centenario) felicitó a todos los participantes de esta confraternidad por el trabajo realizado.
Para concluir con la reunión, los hermanos de Tres Arroyos alabaron a Dios por permitir dicho evento.
Un detalle a mencionar es el que tuvo la Iglesia sede, regalando un reloj alusivo a la confraternidad para cada Iglesia, el cual se sorteo entre los integrantes de cada una.
Con gratitud en nuestros corazones, damos gloria a Dios por todo lo vivido, por cada enseñanza recibida y por la preciosa comunión que pudimos experimentar entre hermanos en Cristo. Sin duda, fue un tiempo de edificación, unidad y presencia del Señor en medio de su pueblo.