El Ciervo: emblema de necesidad espiritual.
El Ciervo es un animal comúnmente elogiado por su agilidad que se manifiesta en cada uno de sus movimientos pero que es mucho más evidente cuando es perseguido y emprende su huida. En su hábitat natural, el ciervo convive con muchos de sus depredadores como lo son leones, tigres, osos y pumas.
Cómo el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti mi alma, oh Dios, el alma mía
Salmos 42:1
La palabra de Dios utiliza la figura del ciervo como ejemplo para la vida del cristiano: en Habacuc 3:19 menciona que «el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar…» y además en salmos 42:1 encontramos que «Cómo el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti mi alma, oh Dios, el alma mía».
Bramar es clamar con intensidad, y David, conociendo este comportamiento del ciervo hizo un paralelismo entre ello y su situación personal pues él tenía sed y necesitaba esos ríos de aguas vivas para bañarse, limpiarse y renovarse en él.
Todos los hombre tienen a su alcance una fuente que quita la sed, que da fuerzas al cansado y fatigado: “Jesús el agua viva”. La biblia nos cuenta en San Juan 4:14, sobre una mujer samaritana que hablando con Jesús le dijo: “dame de beber de esa agua”; a lo cual Jesús le respondió “mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”.
Entonces, así como lo hace el ciervo, el hombre debe “bramar” por esa agua que Jesús puede darnos. Debe tener “sed” y anhelar ser saciado por ella; pero los afanes de esta vida muchas veces nos hacen olvidarnos de ello y caminar en contra de la voluntad de Dios, como le sucedió a Jonás que “se levantó para huir de la presencia de Jehová” pero que al hacerlo en una embarcación, se encontró con una tempestad en la cual pudo identificar que él era la causa que ocasionaba la tempestad: «… yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros.» (Jonás 1:12). Podemos ver entonces cual fue el resultado de alejarse de Dios: somos obligados a pasar por el seno del seol, para una vez allí bramar por la presencia de Dios. En esa situación, Jonás expresó: «y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; desde el seno del Seol clamé, y mi voz oíste.»
Dios tuvo que tratar con Jonás por su desobediencia, rebeldía y queja; con el fin de limpiarlo, disciplinarlo y humillarlo. ¿Cuál era su propósito? llevarlo a la santificación. Y ese mismo propósito se manifiesta sobre nosotros con las mismas aguas que Dios sacia nuestra sed, como decía el Salmista en Salmos 42:7: “todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí.” Así como Dios hizo con Jonás, también hará con el creyente: lo disciplinará, lo limpiará, y le quitará todas sus rebeliones, iras y quejas que posea «…Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él»