Jesús, la paz del mundo

Los años previos al nacimiento de Jesús estaban marcados por diferentes tensiones relacionadas con el gobierno que el Imperio Romano establecía sobre Judea. Por esos tiempos, gobernaba Herodes I, también conocido como Herodes El Grande, a quién la biblia atribuye la Matanza de los Niños, ordenada con el propósito de matar a Jesús (San Mateo 2:13). Pero además de ese terrible suceso, los elementos históricos le atribuyen al gobierno de Herodes diferentes acciones que marcaron su gran ambición que lo llevo a matar familiares, aprovecharse del pueblo a tal punto de empobrecerlo.

Ese es el contexto en el cual Jesús llega a la tierra, lo cual no es algo menor, ya que Isaías presenta el nacimiento de Jesús como un alivió para la angustia y aflicción que el pueblo estaba viviendo.

Más no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles.
El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.
Multiplicaste la gente, y aumentaste la alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos.
Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor, como en el día de Madián.
Porque todo calzado que lleva el guerrero en el tumulto de la batalla, y todo manto revolcado en sangre, serán quemados, pasto del fuego.
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.

Isaías 9:1-7

Era Jesús el Mesías que venía a traer alivio a un pueblo angustiado. Era Él el que venía a traer luz a un pueblo sumido en oscuridad. Era Él quién rompería el yugo de ese pueblo oprimido y le traería alegría. Era Él quién traería paz.

El profeta Isaías destacó que se trataba de una paz que no tendría límite, a tal punto que uno de los nombres que le otorgó fue nada más y nada menos que el de Principe de Paz. Y es por ello que el comienzo de su predicación fue marcada a declarar cual era el propósito de la unción que el Espiritú del Señor le había dado: «Me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres», «a sanar a los quebrantados de corazón», «a pregonar libertad a los cautivos»,»a predicar el año agradable del Señor» (San Lucas 4:18-19).

Jesús era el alivio para aquellos que sufrían y es por ello que con sus predicaciones juzgaba a los ricos, a la soberbia, a la arrogancia y a la hipocrecía de los líderes espirituales de ese momento. Todo ello, en pos de predicar traer la paz al mundo. Pero, ¿que es la paz?, la paz es la ausencia de conflictos. Si nos referimos a países y regiones geográficas, hablamos de que «hay paz» cuando los pueblos viven tranquilos, sin guerras entre ellos; pero si nos referimos a la paz individual de cada uno de nosotros, decimos que se logra cuando vivimos sin problemas con nosotros mismos y los que nos rodean.

Tener paz en nuestro interior es fundamental para vivir bien; ya que sin paz es imposible que podamos disfrutar de las cosas bellas de la vida. Sin paz es imposible que podamos construir relaciones con otras personas. Sin paz viviremos continuamente atormentados por las tribulaciones de este mundo. Seremos alcanzados por la oscuridad, por la angustia y la aflicción, sin capacidad de alcanzar la alegría y felicidad que Dios tiene para nosotros.

Algo fundamental es entender que la paz que Jesús trajo a este mundo, no es algo que podamos alcanzar por fuera de Él. No es algo que el mundo pueda dar. Es por ello que el dijo «Mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da» (San Juan 14:27). Entonces es fundamental que busquemos a Jesús, a Dios, para alcanzar esa Paz.

Como es costumbre de la mayoría de los pueblos de este mundo, el 25 de diciembre se festejará la Navidad. Para muchos es una ocasión para comer y juntarse con la familia, pero para los creyentes, es una fecha sumamente especial en la cual recordamos el nacimiento del Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Si meditamos en todo lo que Jesús trajo a este mundo, si meditamos en lo que representó y representa aún hoy para nuestras vidas, no es una fecha intrascendente.

Es la fecha donde celebramos que el Rey ha nacido, que el salvador ha llegado, que el Príncipe de Paz ha venido al mundo. Es la fecha para recordar todo lo bueno que Dios ha hecho por nosotros y todo lo que ha entregado para que hoy estemos aquí. No solo nos referimos a su nacimiento y el sacrificio que tiempo después hizo en la cruz, sino que también nos referimos a como cambio nuestras vidas entregándonos su paz.

¿Qué es lo que Dios ha hecho por tí? Estas navidades también piensa en ello. En como Dios ha tomado tu vida y la ha hecho nueva. En como Él ha sido bueno contigo y con los tuyos, en aquello que te dió, que sólo el te pudo dar y que el mundo y sus placeres no. Jesús es la paz del mundo pero también es la paz para tu vida. Él fue el Salvador que hizo posible que te conviertas en lo que eres hoy. A través de su paz, permite que vivas feliz, que seas agradecido por las cosas que tienes, que tengas una gran familia y el amor de los que te rodean.

Esta Navidad se celebra el nacimiento de Jesús. Es una gran oportunidad para que, si aún no lo has hecho, le permitas que nazca en tu vida para empezar a disfrutar de esa paz. Es una gran oportunidad para renovar esa paz en tu vida y continuar gozando de todos los bienes que el Señor tiene para tí.

Feliz Navidad!

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