La familia
No existe un origen preciso y definido sobre la celebración del día del padre, aunque comúnmente es aceptado que tuvo lugar por primera vez en Estados Unidos, cuando una mujer llamada Sonora Smart Dodd quiso homenajear a su padre, Henry Jackson Smart, quién era un veterano de la guerra civil. Este hombre enviudó al fallecer su esposa en el parto de su sexto hijo y tuvo que afrontar solo la crianza de sus seis hijos. Por este motivo, Sonora Smart se dio cuenta de que su padre había sido todo un ejemplo a seguir y propuso la fecha del nacimiento de su padre, el 19 de junio, para celebrar el Día del Padre. La idea fue ganando adeptos hasta que finalmente se instauró la celebración en el tercer domingo de Junio masificándose así a lo largo de varios países, entre ellos Argentina, que festejan el día del padre en esa misma fecha.
No obstante, y desde hace unos años ya, la Misión Iglesia de Dios Pentecostal festeja el Día de la Familia en lugar de festejar el día del padre. El motivo de este cambio, se fundamenta en el hecho de que muchas veces en ausencia del padre biológico, su rol de contención y amor es ejercido por otro miembro de familia. Por consiguiente, la Misión festeja tanto en el día del Padre como de la Madre, el día de la Familia, sin perjuicio de que luego cada miembro pueda festejarlo de la manera que considere oportuno en su hogar, con su familia.
El rol de la familia en la vida del creyente es muy importante, ya que deja un compromiso tanto para los padres con sus hijos, como también de los hijos a sus padres.
En primer lugar, sabemos que la palabra de Dios marca una importante responsabilidad para los padres. En el libro de Deuteronomio marca que “y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. Es decir, los padres son responsables de educar a sus hijos en la palabra de Dios en todo momento y en todo lugar. Son ellos los que, así como enseñan a sus hijos a caminar y comer, también deben enseñar a dar esos primeros pasos en la fe. Ayudando a que, desde pequeños, sus hijos entiendan la importancia del evangelio en sus vidas.
En segundo lugar, Dios también entrega a los hijos una gran responsabilidad: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”. Dios quiere que los hijos honren a sus padres con respeto, amándolos de corazón y obedeciendo a sus mandatos, instrucciones y correcciones que ellos dan durante su vida. Y en el momento de su vejez, los hijos deben tratar a sus padres con cariño, paciencia y ternura; tratando de suplir todas sus necesidades. Este es el deber de los hijos para con sus padres, todos los días, no sólo los días de festejos, sino que cualquier momento es bueno para invitarlos a compartir los alimentos, hacerles un regalo o simplemente compartir un tiempo de comunión con ellos.
Como hijos de Dios sabemos que sólo el Señor merece toda la honra, la admiración, y la adoración pues todo procede de Él. Esto debemos expresarlo cada día en oración, dando las gracias por la familia que nos ha dado que nos cuida con tanto amor, pero siempre sabiendo que ese amor es dado por el Dios, la fuente de todo.
Teniendo en claro entonces las responsabilidades que los hijos tienen para con sus padres y estos para con sus hijos, terminamos con algunos consejos que ayudarán al creyente a formar familias llenas del amor de Dios.
Amar a Dios por sobre todas las cosas.
La biblia nos dice que “y amaras a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.” Vimos cómo es responsabilidad de los padres de enseñar a sus hijos sobre los caminos de Dios y amar a Dios es quizá el mayor legado y herencia que los padres pueden dejar a su descendencia. A través del amor a Dios es como el creyente puede vivir plenamente, acompañado por Dios en todo momento, sin apartarse de sus caminos.
Dedique tiempo a su familia.
¿Cómo demostramos el amor hacia nuestra familia? Seguramente que día a día hacemos diferentes actividades por nuestra familia, y esos son sacrificios que llevamos adelante porque nos importan. Aun así, es importante que demostremos nuestro amor dedicando tiempo para ellos. Si no les dedica suficiente tiempo, ellos podrían pensar que nos preocupamos más por otras cosas (como el trabajo, los amigos o sus nuestros hobbies) que por ellos.
Hablar y escuchar permanentemente.
Debemos comunicarnos constantemente con todos los miembros de nuestra familia. Comunicarnos significa hablar, pero también escuchar lo que el otro tiene para decir. Muchas veces esto puede implicar conversaciones que no resultan agradables o de las que no obtenemos lo que nos gustaría oír, pero por sobre todas las cosas debemos recordar lo que la palabra de Dios nos dice en el libro de Santiago: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;”
La disciplina es importante, tanto como los elogios.
Los padres tienen la responsabilidad de la educación de sus hijos y estos últimos, la responsabilidad de acatar la disciplina de sus padres. Esto es otra de las formas en que se manifiesta el amor, como dice en proverbios “porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.” Pero también es importante que seamos capaces de reconocer cuando alguien en nuestra familia hace una buena acción y dediquemos algunas palabras para reconocer estos actos, alentando para que se multipliquen.