Un puente hacia Dios
La Pascua, más que una simple celebración, nos invita a reflexionar sobre el sacrificio de Jesús y su impacto en nuestra relación con Dios. Su muerte en la cruz no solo representa un acto de amor infinito, sino que también abre un camino de redención y esperanza para la humanidad.
Antes de Jesús, el acceso a Dios era limitado. Solo unos pocos, como los sacerdotes, podían entrar al Lugar Santísimo y ofrecer sacrificios por los pecados del pueblo. Pero con la muerte de Jesús, el velo del templo se rasgó de arriba abajo, simbolizando que el camino a Dios ahora está abierto para todos. Su sacrificio nos libera de la esclavitud del pecado y nos reconcilia con Dios. Ya no hay necesidad de intermediarios ni de sacrificios rituales. A través de la fe en Jesús, podemos tener una relación personal e íntima con Dios.
La Pascua nos recuerda que el amor de Dios es incondicional y que su gracia está disponible para todos, sin importar nuestro pasado o nuestras imperfecciones. Es un tiempo para reflexionar sobre el perdón, la reconciliación y la nueva vida que Jesús nos ofrece.

En resumen, la Pascua nos invita a:
- Recordar el sacrificio de Jesús y su amor infinito por nosotros.
- Aceptar el perdón de Dios y su gracia salvadora.
- Acercarnos a Dios con confianza y sin temor.
- Compartir el mensaje de esperanza y redención con los demás.
La Pascua es un tiempo de alegría, esperanza y renovación. Es un tiempo para celebrar la victoria de Jesús sobre la muerte y el pecado, y para vivir en la libertad y la gracia que él nos ha otorgado.